El sol de la tarde vuelve a entrar por la misma ventana de siempre, poco antes de sucumbir entre los montes del horizonte. Ocaso de otoño, tantas veces gélido y amarillo. Entro en las ruinas de este viejo caserón y de pronto imagino esas tardes de fogón y puchero. El abuelo narrando historias fantásticas a unos nietos que escuchan con los ojos abiertos: sus rostros, iluminados por el cálido sol que entra por la ventana. Y en los silencios, el sonido de la madera crujiendo con el fuego.
Poco después irán a sus camas. La noche se acerca y la luna, entre las nubes, jugará con las sombras. La imaginación hará el resto, mientras Morfeo va acariciando sus pequeñas cabezas para llevarles al mundo, también maravilloso, de los sueños…
Las historias orales transmitidas durante generaciones explicaban el origen del mundo y sus fenómenos. El aullido del lobo, el canto del búho, los remolinos del agua y los colores del fuego, dibujaban el ambiente… Hoy el sol, en su peregrinaje, vuelve a entrar por esta vieja ventana y apenas quedan ecos ya de estos cuentos de antaño.
El sonido inconfundible de las grullas en su largo viaje llama mi atención. Se mezclan con las turbinas de un avión, que también viaja hacia allá, escondiéndose entre las nubes… La formación perfecta en uve se rompe, quizá molesta por el estruendo, o quizá porque alguna habrá de tomar el relevo. Pero allá van las grullas, organizándose de nuevo, en este largo viaje… Al sur: hacia un paraíso abundante y renovado.
Sigo paseando. Hoy hay luna llena y tardará en salir por entre los montes del este. Voy subiendo por la senda, entre romeros reverdecidos con apenas algo de lluvia y unos viejos olivos a los que nadie habla y cuida. Mil formas de nubes se adivinan en esa oscuridad creciente muy pronto teñida de plata. Las nubes siempre tienen formas: espejos del alma.
Me siento y espero, escuchando aún los ecos de esos viejos cuentos que trato de rescatar en mi memoria. La noche en medio de la nada, porque nada en realidad lo es todo, despierta su manto de magia, y sus sonidos se amplifican alimentando la imaginación más ancestral y humana: el asombro!!!
Y al poco tiempo aparece entre las nubes una luna que juega con los pinceles del firmamento para pintar su mejor cuadro. Y la noche se hace eterna… Maravillosa.