Te hablo de naranjas en el mismo instante en que algunas gotas de lluvia resbalan acariciando mis pétalos. Naranjas elaborados a partir de la tierra mojada y fértil. Pero también te hablaré de los secretos del viento: éste llevará mis semillas más allá del mar y del silencio para cubrir de arco iris sus praderas. Él es viejo milenario y sabe: conoce cada rincón y cada flor de este planeta.

Si te muestro el amarillo, descubrirás el sol, la luna, el fuego y las estrellas. Es el agua tibia manando de su propia naturaleza y también la luz que arropa las tinieblas. La sonrisa de la tierra, los mil tesoros del bosque y el misterio que descansa en la caverna.

Los aromas son violeta como la diminuta flor del romero. Destilado del subsuelo con cariño y mucho tiempo, como todo aquello que es digno de llamarse bello, el néctar que ellas comparten nos regala dulces sueños. Violeta es también la mañana con sus brazos despreocupados y extendidos por el suelo.

Verde somos tú y yo, aquel y aquellos, pero también nosotros. El verde tiene ilimitadas formas: algunas son diminutas, otras suaves y raras. Todas son diferentes y singulares: por más que busques no las hallarás iguales. Verde es el acolchado del musgo, las caricias del tiempo cuando permaneces tumbado y sereno. Verde es el regazo de la tierra, al igual que verdes son sus abrazos y tus manos.

Cuando el arco iris gira divertido provocando remolinos, surge la suma del todo: es el infinito blanco. La cal del mundo que sana las heridas de la piedra; la espuma del mar y su maravilloso manto; el papel nuevo añorando palabras afines al alma y también el céfiro de poniente, que intuye donde habrá de llevarlas.

Tú cuidas siempre de las flores, porque sabes que todas ellas eligen cual va a ser el color que las adorne y cuan intensa ha de ser su fragancia…