La senda

Hay ocasiones en que lo más sano es subir al monte para hacer una profunda limpieza. En esos momentos, siempre elijo la soledad perfecta en la profunda alma canora de la naturaleza. Uno de esos lugares maravillosos es la senda que sube desde el centro de la Pedriza hasta el Cancho de los muertos y su Collado un poco más arriba…

El río Manzanares baja hoy generoso. Aún queda bastante nieve en la sierra para alimentar su caudal y su torrente. Es la música del agua en su movimiento agitato; la danza se abre paso entre las piedras pulidas por el tiempo y las caricias.

La senda asciende despacio: unas veces en sombra, otras con un sol primaveral maravilloso. En ocasiones se torna dura y pedregosa y en otras, tras un recodo, encuentras un pequeño manantial de aguas muy puras. Parada obligada para refrescar el alma. La limpieza hace tiempo ya que ha comenzado…

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Pinos silvestres, enebros, algún arce, las sabinas, avellanos y el verde profundo del Tejo Sagrado. Bajo sus ramas se reunían los Druidas queriendo entender el misterio de la vida y la muerte. Las ramas de este árbol sagrado guiaban al difunto por la buena senda y el veneno de sus hojas aliviaba de sufrimientos al herido de muerte o al penitente en vida. ¡Su denso follaje transmite los cantos más profundos y misteriosos de la tierra!

Cada árbol es en sí mismo un monumento y lugar donde detenerse un instante para entender la eternidad de la vida, de la muerte y de nuevo la vida; como en un ciclo sin fin o una espiral de doble brazo.

Valle

La senda continúa bajo este bosque donde el viento del norte hace vibrar cada rama. Sonidos envolventes, mágicos y maravillosos ¡Eolo! ¡No pares! Le grito con una sonrisa que dibuja el eco de mis palabras en la espesura. De pronto se abre un claro y la Sierra se dibuja orgullosa en el horizonte… ¡Cuanta nieve queda aún en sus cumbres redondas! ¡Y que bien huele la nieve! Huele a caricias y a sonrisas que se cruzan como manos divertidas.

Guadarrama

Sigo subiendo, escalo pequeños pasos, me cuelo entre las piedras: unas veces de frente, otras de lado… Avanzo y sigo escuchando el caminar de mis pasos y el canto del mirlo buscando su pareja; que llegada es la hora del cortejo, del nido limpio y seguro, la puesta, el calor y el alimento. El viento, el caminar y todas sus sensaciones van hinchando mis pulmones hasta colmarlos de dicha… ¡Ya voy llegando!

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Y por fin la meta: llego al Collado… Y me paro mientras voy pensando donde voy a enterrar todos los difuntos que traigo. Bajo un tronco descompuesto, bajo las piedras o la tierra seca, o quizá en el hueco de algún árbol… Pero la vida y la muerte tienen sus contradicciones y también sus paradojas… Es la parábola resultante de la ecuación de segundo grado ¡Se acaban uniendo en sus extremos! Y es que uno sube con la firme intención de hacer limpieza y enterrar algunos muertos, pero cuando se llega arriba, tan solo queda la belleza y mucha vida… ¡¡¡Los muertos han ido eligiendo su lugar por el camino!!!

Collado

5 comentarios en “La senda

    1. Si que lo tiene, Rebe. Y es por el hecho de volver a conectar con esa Gran Madre Creadora de la vida. Vivimos en el ajetreo de la ciudad, sus prisas, los quehaceres diarios… Y de esta manera acabamos desconectados. Y sí, hay que regresar a esa conexión para dejar por el camino todo aquello que es inútil. Es una gran suerte poderlo realizar de vez en cuando. Pero sobre todo, es de lo más sano.

      Un abrazo! 🙂

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