Paseo por los campos al atardecer cuando despiertan los murciélagos con su vuelo festivo y silencioso. Aun cantan los grillos, ya que el calor sigue siendo presencia constante y viva, no obstante los días se igualen a las noches, iniciando su declive en un resbalar pausado.
Y aunque los ecos del verano siguen regalándonos sus sonidos, soledades y formas, ya se adivinan en el cielo a los grandes virtuosos de los colores al pastel. Y así, con los naranjas, rojos, rosas y azules del ultramar, comienzan a componer su gran obra.
Pronto los árboles se irán vistiendo con sus mejores galas, para regalarnos con ellas un nuevo espectáculo tantas veces repetido y bello: amarillos, naranjas, ocres y rojos serán sus vestimentas antes de caer en el letargo desnudo de la helada.
La sinfonía de los bosques cambiará sus instrumentos al toque suave de la brisa; el mirlo buscará sustento en la hojarasca, creando sonoridades secas y potentes que se expandirán, sin miedo, en la espesura; el crujir de las pisadas cuando vamos mano a mano; los bellos silencios de nuestros abrazos; la ausencia paulatina de todos los insectos… Poco a poco, con lentos bostezos, la naturaleza se prepara para su gran sueño.
Ha llegado el otoño.
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Me alegro mucho, Pippo. Un abrazo de nuevo! Gracias
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