Suenan, al unísono, mil trompetas estridentes alcanzando un Re agudo. Ha llegado la hora en que las hojas, que visten de color a los árboles, abandonen sus ramas y caigan dando vueltas sobre sí mismas, como jugando a la reolina con el aire de media mañana.
Solo la brisa y las ramas semidesnudas parecen tomar conciencia de este cambio constante: sinusoide perfecta; escala cromática que regresa siempre al mismo lugar, donde lo fundamental conforma todos los cimientos de esta melodía que se difumina entre los amarillos y mis días. Y así es este otoño: un paisaje de tapices ocres con olores que recuerdan a los preludios del invierno.
Y entre las teclas
Del piano de nieve
Canta este otoño