Pasó media vida buscando las fórmulas y las leyes del amor. También su vértice, que creyó encontrar en ese punto medio entre el foco y la directriz de la parábola. Igual no sabía que sus ramas acabarían por encontrarse en el infinito. Quizá eso fuera así ¡Quien podría saberlo!
Daría un paso más allá, trasladando su búsqueda a los entresijos de la metafísica, o quizá a aquellos que la mente oculta de la vista, encontrando allí mil disertaciones que dieran un sentido global al asunto. Y así llenó de frases extraordinarias las paredes de su alcoba.
Ocurrió que las palabras y todas aquellas fórmulas y logaritmos que afirmaban conocer el amor, acabaron por dibujar, con su propia consciencia, la silueta de una orquídea… Una simple flor… Una bellísima flor.
Todo resultó extraño, sí… Jamás pudo ver la flor que dibujaban sus palabras y sus leyes, pues con tanto dogma y formulaciones, dejó olvidada la simpleza del corazón y su única ley, si es que se la puede denominar como tal: el amor no es un recipiente que pueda ser llenado y conservado intacto y brillante durante una eternidad. Es tan simple como andar un mismo camino entrelazando las manos y acomodando el andar…
Esas maravillosas metáforas que encierran tanto amor y se ven reflejadas en tus palabras.
Llegan al corazón.
Un abrazo⚘
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No había visto tu comentario. Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar.
Si te llegan al corazón, bienvenidas sean todas aquellas palabras.
Un saludo.
Rafa.
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