La luna y sus reflejos (El Decamerón)

Digo, pues, que ya habían los años de la fructífera Encarnación del Hijo de Dios llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la egregia ciudad de Florencia, nobilísima entre todas las otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas fue enviada sobre los mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección, que había comenzado algunos años antes en las partes orientales privándolas de gran cantidad de vivientes, y, continuándose sin descanso de un lugar en otro, se había extendido miserablemente a Occidente. Y no valiendo contra ella ningún saber ni providencia humana (como la limpieza de la ciudad de muchas inmundicias ordenada por los encargados de ello y la prohibición de entrar en ella a todos los enfermos y los muchos consejos dados para conservar la salubridad) ni valiendo tampoco las humildes súplicas dirigidas a Dios por las personas devotas no una vez sino muchas ordenadas en procesiones o de otras maneras, casi al principio de la primavera del año antes dicho empezó horriblemente y en asombrosa manera a mostrar sus dolorosos efectos…

Giovanni Boccaccio


Así comienza El Decamerón, una obra de cien relatos que Giovanni Boccaccio comenzó a escribir entre los años 1348 y que terminaría en 1353, en plena epidemia de la peste, que desde oriente se extendió, a través de las rutas comerciales, hasta occidente. Sus efectos fueron devastadores, pero no me voy a parar en ello, pues cualquiera puede hoy día leer los numerosos estudios de este periodo histórico tan parecido al que estamos viviendo actualmente, además de leer esta obra, El Decamerón. Un libro que, pese a su contexto, es una fuente de alegría, sensualidad, erotismo y una idea renovada del Carpe Diem.

Puede resultar extraña la belleza en este contexto, como ahora resulta extraña ante tanto ataque informativo de cifras, datos, videos, tuits, memes, etc. ya sean de origen “oficial”, “extraoficial” o “Iluminado”.

La realidad es que la belleza agoniza entre las sombras del miedo, la ira, la cobardía, el engaño, el enfado, el aislamiento y la falta de transparencia y coherencia en las acciones institucionales. La belleza agoniza y sufre a medida que estas sombras cubren los cielos en nuestras vidas.

El Decamerón es “la certeza” de la caducidad de todo acontecimiento nefasto. Es la prueba escrita que nos dice: estad tranquilos, en paz; aislaos con los vuestros, disfrutad con los vuestros, ayudaos los unos a los otros y escapad de estas sombras que cubren nuestros cielos.

La luna, con toda su belleza, seguirá ahí: esperándonos. Sabe que volveremos a pasear por los campos buscando su mirada, y que seremos capaces de descifrar todos los mensajes que nos ha escrito a través de sus reflejos en el agua.

Mucho ánimo a todos y mucha fuerza!!!

eeee

6 comentarios en “La luna y sus reflejos (El Decamerón)

    1. Muchas gracias, Car! Este es un periodo para recolocar tantas cosas en sus diferentes cajones. Lo importante y lo que lo es menos.

      Mucho ánimo. Esto pasará y tu Pentax nos traerá esas fantástica fotografías a las que está acostumbrada.

      Un abrazo!

      Le gusta a 1 persona

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