Hoy recordé algo muy lejano… Tanto que se pierde en el tiempo de mi memoria. Zapatos azules con andares inexpertos, un peto de pana y una camisa forrada con borreguillo de cuadrados rojos y negros ¿Cómo suena la nieve cuando cae? ¿A qué sabe? ¿Por qué duelen las manos cuando la coges durante un rato?
Preguntas y mas preguntas tratando de descubrir el ese vasto mundo nuevo que se iba abriendo poco a poco, mostrando sus tesoros y regalos.
Hoy, tras esta nevada tan impresionante, he salido con la cámara a tomar unas fotos, mientras miles de copos se iban precipitando sobre ese manto uniforme y blanco que lo cubría todo. Y así, sin buscarlo ni quererlo, vuelven a surgir esas preguntas que no obtuvieron respuestas.
La nieve suena a crujido sordo de botas que la aplastan; a ramas quebrándose por la carga soportada. Suena, también, a pedazos que caen de los tejados con fragores parcos. La nieve suena a silencio, porque los pájaros, asombrados, callan.








A estas alturas la nieve suena a demasiadas cosas, aunque no nos venga a visitar con frecuencia. A lo que tú has escrito añado yo también…aquellas ventanas con visibilidad nula al blanco paisaje exterior al levantarnos, a esas estufas de picón para desentumecer manos y pies, frío exterior y calor de hogar sencillo donde el sonido de la nieve no importaba porque lo primordial estaba dentro.
Los pájaros callaban y callan aún hoy con tanta tecnología capaz de “abrigarnos”, Se abrió el mundo nuevo, este que hoy en múltiples ocasiones se seguirá preguntando.
Recuerdos para un día frío como el de hoy, querido Rafa. Un abrazo.
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La nieve suena a silencio, porque los pájaros, asombrados, callan. PRECIOSO
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Muchas gracias, Roxane!
Es curioso, pero me di cuenta de ese detalle: el silencio de los pájaros aquella mañana. Seguramente estaban tan asombrados como yo.
Un abrazo! 🙂
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Asocio ese silencio a la contemplación.
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